Alguna vez te sentiste como un cristal refaccionado… que habiéndose hecho añicos, alguien se ocupó en juntar los pedacitos y pegarlos delicadamente unos con otros?? Y recuperaste la forma… Pero… pero al escurrirse el pegamento entre las uniones quedás bastante más opaco… y extrañás cómo lucías antes, siempre brillante y en todo tu esplendor… y qué decir de las grietas… si alguien te mira con detenimiento ahí las va a encontrar. Y vos tenés miedo de que entonces no puedas cautivar a nadie más con tu belleza, y añorás la hermosura que irradiabas en el pasado y que ahora perdiste… y sentís firmemente que los que pasen frente a la vidriera que te habían visto anteriormente, se lamentarán por tu rotura y tu disminuida luminosidad. Y si alguien pese a tus marcas, decide igual llevarte consigo, tu valor se ha depreciado… no volverás a ser una joya onerosa y lujosa. Quizás sólo una oferta interesante para no desaprovechar.
Así somos… seres tan frágiles y vulnerables. Expuestos a todo tipo de contingencias… y eventuales. Víctimas de nuestra propia sensibilidad. Las lágrimas derramadas a través de los años recorren nuestra transparencia. La vida y el tiempo nos dejan su huella, a veces nos sacan lustre y nos facetan para que reflejemos lo mejor de nosotros… y cómo resplandecemos!! Emana de nosotros una luz deslumbrante... y a veces… a veces… creo que un simple suspiro describe mejor lo que quiero decir. Después de todo, somos eso, un simple suspiro, por momentos al borde de perder la cordura. Enajenamos sueños por monedas de ínfimo valor, cuando en realidad sabemos que no entendemos de lógica ni de razones. Pretendemos explicar lo inexplicable… conocernos, cuando somos piezas intrincadas.
Sólo puedo decirte que lo único que está a nuestro alcance es hacer un esfuerzo, pese y contra todo, para nunca dejar que el brillo, mucho o poco, se extinga…
1 comentario:
Imposible no sentir empatía por este breve relato de quiebre emocional, que nos sumerge en un corto (pero intenso) viaje al interior de nuestro espíritu. Quién no se ha sentido así alguna vez.
El brillo no se pierde, puede atenuarse, pero solo para preparar su regreso. El cristal puede cambiar de forma, pero en esencia sigue siendo el que deslumbra sin igual.
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