miércoles, 6 de julio de 2011

Tarde otoñal en Buenos Aires

Otra tarde amarilla sobre la Avenida 9 de Julio. Mengua la tibieza de un extenuado sol de Abril. Un enjambre de millones y millones de almas dirigiéndose a sus hogares luego de una agotadora jornada laboral como millones y millones de peces huyendo despavoridos y en todas direcciones de la amenaza de las despiadadas redes.

Un joven y una joven caminan tranquilamente, alienados del caos de la realidad urbana. El mundo es sólo para ellos. Se miran deseando que ese segundo sea el principio de una infinita línea de tiempo en un universo que sólo ellos conocen, y que, a partir de entonces, planean construir. Atrás han quedado las murallas derruidas de sus sueños abandonados. Desnudos ante sus respectivos ojos, se han despojado de las andrajosas prendas de su pasado para emprender una marcha hacia ningún lugar… profundamente consternados pero con el júbilo de ir en búsqueda de lo hasta entonces inexplorado. Azorados, voltean para mirar la sombra de lo que fueron, que se cierne impetuosa y engreída sobre sus espaldas. Con una mezcla de melancolía y tristeza por lo que se deja, y gracia y curiosidad por lo que se viene, divisan por delante un camino lleno de incertidumbre y expectación. Pero al bajar la vista, ella encuentra sobre el adoquín un bollo de papel plateado con la impresión de un pentagrama. Es una sencilla melodía en Do Mayor. Mientras la figura de la joven pareja se recorta sobre el fondo de un ocre estelar, por fin saben que han encontrado la respuesta: la única y absoluta convicción de que por fin llegó el momento de tomar una decisión.

1 comentario:

Mala Prensa dijo...

Imposible no imaginarse el pequeño itinerario de la pareja protagonista. Imposible no sentir su ansiedad, incertidumbre y deseos de llegar a buen puerto.
Es realmente destacable como recupera su magia un lugar que parece haberla perdido hace tiempo.
La verdad me gusto, breve pero efectivo!