Miedo… una de las palabras que al leerla, escucharla, decirla o escribirla logra transmutarme la plenitud de la sensación que su significado comporta; propagándose invariablemente por mi espina dorsal como una corriente fatal y premonitoria. Prefiero la tristeza, la desesperación, la soledad. Junto con la indiferencia, es la sensación que más detesto, y que con mayor asiduidad se me presenta como un espectro al acecho. De hecho, al escribir estas líneas les estoy abriendo mi corazón y describiendo la forma en la que personalmente experimento este fenómeno cruel.
Y la verdad es que tenemos miedo a sentir miedo. Porque sabemos que nos condiciona, debilita y hasta impide que actuemos; sabemos que padecerlo augura generalmente el desastre, o al menos nos ata de manos en nuestra búsqueda permanente por ser felices. Se cierne sobre nosotros como nuestro propio enemigo (y sí, por si te sorprende, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo).
Creo que uno de los habituales exponentes de cobardía es cuando este fenómeno se presenta hacia lo desconocido. Puede ocasionar verdaderas tragedias; incluso colectivas.
Aparece a veces en la forma altiva del prejuicio y la discriminación… segregamos a otros y los miramos con recelo porque tenemos miedo de lo que es diferente a nosotros en algún sentido. Tememos por desconocimiento, por desinformación… y ese temor se extiende, se contagia vertiginosamente, llevando a veces a las masas al extremo de la histeria y del comportamiento irracional. Pero lejos de fortalecerlas, ese miedo las hace vulnerables y maleables. Así a la falta de información se le suma información errónea y tendenciosa, muchas veces con el objetivo de ejercer algún tipo de dominación. En otros sectores de la sociedad quizás el temor los conduzca a una especie de contemplación paralítica y pasiva de los hechos.
Es lamentable decirlo pero muchos gobiernos se aprovechan de esta debilidad humana para fomentar ciertas doctrinas, ideologías o políticas e incluso para favorecer negocios y actividades comerciales. Ejemplos… miles… Históricamente se han presentado, y se siguen presentando, a ciertos movimientos o actividades políticas o sociales como una riesgosa patología para la comunidad… se populariza el rechazo por ciertas personas, razas, nacionalidades, presentándolas como un peligro latente, lo cual llevó a numerosos genocidios… la religión como institución también se ha valido del miedo como un arma de control sobre sus feligreses... por otro lado, se inventan (o exageran) noticias de enfermedades, virus, dolencias con el fin de favorecer a determinados laboratorios o empresas del rubro farmacéutico… se hacen correr rumores de crisis económicas, cambios monetarios, alzas de precio para estimular una excesiva demanda ante el temor de las familias de que llegue un día en que no puedan comprar sus bienes básicos… Siembran la duda… la duda genera miedo… el miedo genera un silencioso consentimiento o una suma de reacciones de “panic attack”… El pánico genera más pánico, y esto genera caos… Como todos tememos, nadie hace nada por cambiar el orden de cosas. Estamos en shock y no sabemos cómo salir de este estado. Hay muchos casos en que esta situación llevó a personas a caer en la desesperación y en la angustia total, inclusive en el suicidio (por ejemplo cuando el miedo por una crisis económica llevó a muchas personas a sentir que tenían una soga atada al cuello ya que habían contraído deudas y sacado créditos que ahora parecían imposibles de cumplir).
Sí, el miedo por desconocimiento o por información errónea lleva a la sociedad a la histeria colectiva. Todo nos resulta sospechoso…
Qué nos pasa en el ámbito personal? (y me hago cargo de que soy la primera en sentirlo)… El miedo al fracaso, a la reacción de los demás, a no poder enfrentar y/o soportar una situación nos limita y a veces, nos anula. Nuestra mente y nuestra imaginación hacen el resto para completar el cuadro de perturbación… hacemos conjeturas, suposiciones, sobre lo que puede llegar a pasar… resultados o circunstancias que muchas veces en verdad ni siquiera llegan a darse. La incertidumbre, la desconfianza o la aprensión que desarrollamos por malas experiencias pasadas socava nuestra calma y seguridad. Es cierto, nuestra visión es totalmente limitada; nunca vamos a poder contemplar todos los factores envueltos en determinada situación ni todos los efectos alternativos de una decisión. El conocimiento que tenemos sobre la existencia de esa restricción nos acosa permanentemente y por ende intentamos contrarrestarlo con un esfuerzo exacerbado que hace nuestra mente por hilvanar supuestos o hipótesis sobre lo que pueda llegar a pasar para que, en caso de que suceda, tengamos la situación “bajo control”. Y en realidad lo único que estamos haciendo es cultivar más miedo en nuestro interior.
A otros quizás les pase al revés, no es que no se animen a dar pasos en pos de cosas desconocidas hasta el momento sino que justamente su miedo es que se modifique el estado actual de las cosas que los rodean, impulsados muchas veces por cierto grado de comodidad o un paupérrimo conformismo y resignación.
Finalmente el súmmum de la cobardía sería negar, o auto - convencernos de que no, somos cobardes.
Por supuesto, ser unos inconcientes temerarios tampoco serviría de mucho. Resulta obvio que es necesario utilizar nuestras facultades de raciocinio para evaluar alternativas a la luz de la información que podamos recabar y así tomar decisiones prudentes. De hecho, el hacer esto es un requisito fundamental para vencer en parte el temor y la incertidumbre. Y si nos equivocamos, lejos de atemorizarnos en la próxima oportunidad, aprenderemos, incorporaremos nuevos conocimientos y seguiremos intentando. A veces hay cosas que se ejercitan y asimilan por prueba y error. No hay que tener miedo (justamente) a equivocarse. Porque vamos a errar miles de veces más, siempre va a haber algo que escape a nuestro control o previsión… Si nos dejamos paralizar por este temor y nos quedamos de brazos cruzados nunca vamos a poder lograr nada ni probar cosas nuevas. Y esto va a empobrecer nuestra existencia. El miedo a perder algo va a hacer que perdamos todo, y nos dediquemos tan sólo a admirar a aquellos valientes que, seguros o no, se embarcan hacia nuevos horizontes.
La información y la confianza (en nosotros mismos y en los demás) son dos claves para combatir el pánico, desterrar sospechas infundadas, prejuicios y preconceptos, y no dejar dominar nuestra mente por el miedo desarrollado internamente o ejercido desde el medio sobre nosotros. Hay que abrirse a otras posibilidades… Mejor que sentir temor es estar en expectación pero linda… y dejar que la vida nos sorprenda. Es al menos lo que me estoy resolviendo a hacer…
Como resumen de esta reflexión les dejo la letra de este tema de Morcheeba que refleja en parte este conflicto y desafío al que muchas veces nos encaramos…
LOVE AND FEAR
We always have a choice
Or at least I think we do
We can always use our voice
I thought this to be true
Or at least I think we do
We can always use our voice
I thought this to be true
We can live in fear
Extend our selves to love
We can fall below
Or lift our selves above
Fear can stop you loving
Love can stop your fear
Fear can stop you loving
But it's not always that clear
I always try so hard
To share my self around
But now I'm closing up again
Drilling through the ground
Fear can stop you loving
Love can stop your fear
Fear can stop you loving
But it's not always that clear
I'd love to give my self away
But I find it hard to trust
I've got no map to find my way
Amongst these clouds of dust
Fear can stop you loving
Love can stop your fear
Fear can stop you loving
Love can stop your fear
But it's not always that clear
1 comentario:
No podría estar más de acuerdo con lo que afirmas.
El miedo ha sido utilizado por muchos regímenes, totalitarios o no, como mecanismo para asegurarse la docilidad de sus gobernados. También por ciertas religiones (por sus instituciones más específicamente). Parece ser que junto con la ignorancia, es una de las principales maneras de paralizar a los individuos, y convertirlos en simples corderos, incapaces de generar ideas o alternativas.
En el aspecto personal, cada vez que dudamos, padecemos inacción, pensamos en el qué dirán, entre muchas otras manifestaciones, es el miedo el sentimiento rector. Obviamente que es imposible evitarlo, pero si podemos trabajar para convivir con él, aprender e ir superándolo día a día.
Corriéndonos al plano de la ficción, de vez en cuando esta bueno sentir miedo al ver una película. Esa sensación a medio camino entre el horror y la adrenalina que nos obliga a estar pegados a la pantalla de nuestro televisor.
Es bueno recordar una frase, que no por cinematográfica, deja de ser cierta: los valientes no son los que no sienten miedo, sino los que hacen las cosas a pesar de sentirlo. En definitiva es parte de nosotros, de nuestra vida, y de las que nos rodean.
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