Hace unas semanas atrás iba caminando por Cnel Díaz y Las Heras, barrio clasista de nuestra ciudad si los hay, y me di cuenta que al acercárseme un mendigo para pedirme monedas no fui capaz de mirarlo a los ojos… y comencé a hacer un poco de introspección… y seguí observando la actitud que los demás tienen ante la misma circunstancia… IDEM… más allá de que respondamos favorablemente a su petición o no, nadie es capaz de mirar a esta pobre gente a los ojos. Y me empecé a preguntar por qué? Por qué preferimos mirar para otro lado al cruzarnos con algún indigente, al ver familias construir su hogar y disponer sus bienes en espacios abiertos o “sin techo” (parques, puentes), al ver a chicos descalzos y con escasas y sucias ropas pidiéndonos limosna mientras nosotros estamos cómodamente sentados disfrutando de la calefacción de nuestro vehículo? Nos negamos a mirar a ese ser humano expulsado del mercado laboral revolviendo la basura o buscando cartones o a aquel otro durmiendo en el portal de un edificio tapado con diarios. Todos optamos por dar vuelta la cara o esquivar la mirada, ya sea que compremos un paquete de curitas o pañuelos como para “colaborar”, ya sea que demos una moneda o las papas que nos sobraron de la cena en ese lugar de comidas rápidas, o que sólo sacudamos nuestra cabeza en señal de negación. Qué sentimos? Responsabilidad? Culpa? Por qué?
Porque todo ese “residuo social” expone y deja al desnudo nuestras vergüenzas. Porque esa persona está ahí por mí, por vos y por todos. No supimos integrarlas, darles educación, vivienda… Y por sobre todo… algo que los votos y el pago de los impuestos no pueden suplir, y que es superior a cualquier tipo de educación secular… VALORES. Algo que escasea en esta sociedad patológica. Cuando evitamos mirarlos a la cara estamos negándoles valores como la dignidad, la autoestima, la confianza, el respeto. Y pensar que con tan poco podemos hacer tanto! Pero claro, primero es importante que nosotros mismos les demos a esos valores la preeminencia que tienen; sólo así seremos capaces de transmitirlos y traslaparlos a nuestra conciencia colectiva. Sólo así el ser social podrá recuperarse de su enfermedad y salvarse de lo que ya había advertido Durkheim en el S. XIX y que llamó “anomia social”[1]… porque de la patología a la anomia hay una delgada línea…
Por ende, todos tenemos una responsabilidad insoslayable de internalizar y transmitir esos valores… ese sería el primer paso. Y es una realidad de la cual no podemos hacernos los distraídos…
1 comentario:
Visto y considerando que soy tu primer seguidor, me corresponde dejar el primer comentario.
Es interesante el tema de los valores y su necesidad de transmisión. Pero qué pasa cuando los encargados de transmitirlos no los tienen, o los postulan pero no se atienen a ellos?
La hipocresía gana terreno, donde debiera imperar la ética.
Y es cierto, hay culpa en esa mirada esquiva. Hay responsabilidad. No es porque nosotros hayamos hecho algo para que esa gente llegue a la situación en la que está, es por lo que no hicimos por impedirlo.
Justamente estoy preparando un post que tiene que ver con esto también.
Esta bueno poder reflexionar a veces, y pensar cómo se siente la persona que no tiene para comer, y a la que le son negadas hasta las más mínimas características de la condición humana, como son el respeto y la dignidad.
Creo que el cambio tiene que empezar por uno.
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