jueves, 17 de abril de 2014

La vida en Jeroglíficos

Pensaba… ahora con estos telefonitos que uno lleva siempre encima es más fácil escribir cuando y donde sea, antes de que el pensamiento vuele de la mente hacia algún depósito de ideas (estaría bueno no? una “nube” cibernética de pensamientos fugaces y perdidos).
Notaba también que mi habilidad mejora considerablemente cuanto más perturbada me encuentre. Cosa inversamente proporcional a lo que sucede con la lectura; imposible de llevar adelante cuando la mente se halla tan compungida y abarrotada.
Pero como ambas actividades son tan complementarias entre sí… podríamos decir que, al menos en mi caso, resultaría lo más sensato dedicarme a la lectura cuando estoy optimista, despejada y alegre, y dedicarme a la escritura cuando estoy triste, negativa, abrumada, melancólica.
Y es como que los momentos de luminosidad mental uno tiene que aprovecharlos para enriquecer el espíritu y prepararse para cuando la oscuridad toque a las puertas. Así estará mejor parado para expresarse y volcar su corazón cuando la desesperación y la angustia hayan ganado la partida.
Por otro lado, parece que se trata de elegir entre el arte de sociabilizar y el arte de escribir… resignarse a la soledad para entenderse, entender y expresarse; sacrificio que por supuesto estará condicionado a la búsqueda ulterior que cada uno persiga en su vida.

Pero la sensación de escribir lo vale… esa invasión infinita de más y más ideas que nos lleva a escribir más y mejor cuanto más lo hacemos… llevándonos a estar cada vez más y más cerca del límite entre la locura y la total curación.

jueves, 10 de abril de 2014

Símiles Inverosímiles

Es insólito verte por la calle, cruzarte haciendo mandados, leyendo el diario en un colectivo, charlando con vecinos… Cómo explicar que siento que sé todo sobre vos sin haberte casi tratado… que pueda imaginarte en detalle… tu rutina, tus gestos…

Aunque escasas y fácilmente numerables las veces que te vi, resulta irrelatable la sensación de cerrar los ojos y poder replicar exactamente iguales los rasgos de tu rostro, recorrerte casi de memoria… como si estuvieras en todo… como si tu voz lo llenara todo…

Quizás sea todo… incontables conversaciones; todo lo que me quedó por decirte, por enseñarte, por discutirte, por aprender de vos (más no por aprehender de vos)… como si estuviéramos unidos por sangre.

Quizás ese todo es lo que te trate una y otra vez de plasmar en palabras, frases, textos, como vos pregonaste… como si el papel te tocara y te trajera de regreso.