Hay fantasmas que vuelven recurrentes veces para atormentarnos…
hacen que sea duro levantarse, sacudirse y mirar para delante con la frente en alto.
Es difícil lograr la auto redención, hacer las paces con uno mismo y dejar
atrás los viejos demonios que nos acosan en nuestro intento por seguir nuestra
marcha.
A veces hay que lidiar con los cadáveres del pasado…
pequeños y molestos restos bastante viejos y gastados pero lo suficientemente
enteros para encarnarse como una espina y causar dolor. Otras veces hay que
reconocerse a uno mismo en la infamia más baja e increíble… en extremos
impensados o donde visualizarnos resulta casi repugnante. Pero hacer la vista a
un lado, si bien resulta muy tentador, no puede más que dejarnos despojados de
nuestra propia autoestima y dignidad. Es un trabajo personal… nadie puede
hacerlo por nosotros, por mucho que nos amen… Otros pueden ver en nosotros lo
que podemos llegar a ser, y sin dudas, es muy reconfortante… pero sólo quedará en
términos potenciales si uno personalmente no pone manos a la obra, dejando a un
lado la seductora y cálida auto compasión, que se convierte en una colonia de
termitas capaz de destruir totalmente las bases de aquello que queremos
construir, antes de haber empezado siquiera a poner el primer ladrillo.
Es imposible asirnos de lo nuevo sin soltar el bagaje de frustraciones,
errores, dudas, decisiones que traemos del pasado. Estar constantemente mirando
para atrás no nos deja avanzar… pero ignorar lo que somos o negar la valija
llena de preguntas espiraladas que traemos y se incrementa con los años, no nos
deja ir en pos de lo que queremos lograr, ser y hacer… Y es que para soltar;
primero hay que resolver. Huir jamás será la respuesta.
A veces sentimos que abrimos una puerta, miramos lo que hay
atrás, lo analizamos, entendemos… cerramos… Pero detrás se abren cinco puertas
más… y nos sentimos atrapados en un laberinto donde el final parece cada vez
más distante.
Y es que este trabajito… este proceso… es algo constante en
la vida de una persona. Nos acompaña a lo largo de toda nuestra existencia. El
asunto está en asumir que esto es así, hacerlo de la mejor manera y no
olvidarse de lo principal: VIVIR. Es decir, podemos continuar con este esfuerzo
de auto superación sin que esto nos paralice, nos deje inmóviles o nos encierre
en una agujero negro donde el aire se torne denso e irrespirable. Quedarnos en un lamento perpetuo no hace más que agobiarnos y dejarnos sin fuerzas. Más bien se trata de forjar una línea paralela en nuestro recorrido hacia delante… una banquina que hay que
respetar y usar cuando surge la necesidad… Es lo que finalmente nos permitirá
seguir nuestra marcha con el motor en condiciones para poder disfrutar sonrisa
en mano de nuestro intrigante paseo.
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